jueves, 25 de agosto de 2011

A vueltas con el 15-M

A estas alturas, a nadie le debe resultar desconocido el Movimiento 15-M (15-M), también conocido como el de los Indignados o Spanish Revolution. Y es que son ya muchas horas de televisión y de radio dedicadas, así como muchas páginas en los periódicos. Hasta algún libro se ha editado ya sobre esta ola de protestas. Seguro que la mayoría no se lo esperaba. De golpe y porrazo, numerosas ciudades españolas fueran inundadas el 15 de mayo por una marea de inconformistas, a los que, sobre todo, lo único que unía era la necesidad de empezar a alzar la voz en contra de la dirección que desde hace un tiempo vienen siguiendo los políticos en el poder (del ahora y del ayer, PSOE y PP, y con ellos todos los palmeros del sistema) y la economía global, dirigida sin escrúpulos por los grandes poderes financieros del mundo. En principio, el 15-M era sólo eso, alzar la voz contra unos abusos que empiezan a ser ya demasiado evidentes. Y es que muchos, al parecer, nos habíamos creído de verdad eso de que la sanidad y la educación deben de ser servicios públicos, o de que la crisis deberían pagarla aquellos que la han creado (empezando por los banqueros), y no la clase trabajadora. También habíamos llegado a creer que a través de la política se podía ir mejorando la sociedad. Eran muchos años de tener asumidas tales ideas, por eso, el momento de indignación ante la situación política y económica tenía que llegar, tarde o temprano. No es de extrañar. Nos estaban diciendo, desde los poderes fácticos (gobierno, patronal, etc.), que debíamos tener paciencia con la crisis, que era algo pasajero, y que debíamos aguantar el chaparrón. Que no era culpa de nadie, que son ciclos. Mientras, cada vez más gente sin trabajo. Cada vez más gente sin vivienda. Neveras cada vez más vacías. Y los bancos cada vez con mayores ganancias. Y los poderosos nos seguían diciendo que tranquilos, que ya pasaría. Y la calle que sólo se llenaba para celebrar el triunfo en el Mundial de fútbol. Y para una huelga general que hicimos, por poco tenemos que pedir perdón por ello. Hace unos meses, a decir verdad, no era casi nada optimista. Ahora lo soy un poco más.
Cuando el pasado 15 de mayo, salí del piso para dirigirme al lugar donde comenzaría la  manifestación de Granada, no sabía lo que me encontraría. Al llegar al lugar, pensé que la cosa no estaba nada mal en cuanto a afluencia. Se empezaba a ver a los pocos policías que había, algo sorprendidos. Uno de ellos le decía a otro: Se supone que no habría más de cuatrocientos, y parece que hay cuatro mil. No iba muy desencaminado. La marcha comenzaba, y a lo largo de su recorrido más gente se iba sumando. Al son de los timbales, los manifestantes vociferaban lemas que ya se han hecho famosos: “No hay pan para tanto chorizo”, “No somos mercancías en manos de políticos y banqueros”, “Ahí está, la cueva de Alí Bábá” (al pasar por la puerta de algún banco), “Vuestra crisis no la pagamos” o “La crisis que la paguen los capitalistas”. Toda una declaración de ideas que no está nada mal para empezar, desde luego. Al final de la manifestación la gente de ¡Democracia Real Ya!, plataforma que había convocado esa movilización en decenas de ciudades españolas, leyó un manifiesto en el que se denunciaba, sobre todo, el sometimiento de la política al dictado de los poderes financieros. Tras la lectura del manifiesto, la gente se iba yendo del lugar con la sensación de que algo nuevo estaba naciendo. 
La convocatoria efectuada por DRY (plataforma en la que se integran numerosas organizaciones, como Attac o Juventud Sin Futuro) para el 15 de mayo fue un éxito en toda España, destacando sobre todas las demás las manifestaciones de Barcelona, Valencia y Madrid. Unas 130.000 personas se manifestaron aquel día en toda España. Y eso, sin contar con una mínima atención previa en los medios de comunicación tradicionales: TV, radio y prensa. Internet demostró su enorme poder como herramienta para la comunicación dando difusión a la convocatoria. Una vez terminada la manifestación, la red empezaba a arder con la subida y difusión de contenidos de todo tipo: videos, fotos y mensajes de texto sobre lo que acababa de pasar. Gente de toda España intercambiando impresiones e ideas sobre lo que había pasado y (esto es más importante) sobre lo que debería pasar a partir de ese momento. Tras finalizar la manifestación del 15-M en Madrid, un grupo de personas decidieron quedarse para continuar sus protestas (quizá en respuesta a la represión policial que tuvo lugar al final de la manifestación en la capital) en la Puerta del Sol, encendiendo así la mecha de las ya famosas acampadas en toda España.
En cuestión de dos días, las plazas más importantes de las ciudades españolas se convirtieron en lugares tomados por la masa de los indignados. Las asambleas se organizaron rápidamente, estando en todo momento conectadas entre sí. Si la asamblea de Murcia, por ejemplo, aprobaba tal punto, al instante esta información era conocida por el resto de asambleas. Así, el debate se retroalimentaba entre las asambleas de todo el país, adquiriendo el movimiento una argamasa que lo homogeneizaba en todo el territorio nacional. Esto facilitó el que las asambleas adoptaran rápidamente una serie de acuerdos mínimos, que debían servir de regla a todo aquel que actuara en nombre del movimiento de los acampados. Entre estos mínimos se encuentran, por ejemplo, el empleo de la no violencia ante provocaciones ajenas y actuaciones policiales. Del cumplimiento de los mínimos acordados dependerá, en  buena medida, la suerte del movimiento en el futuro.
Desde el manifiesto que DRY leyó el 15-M, el movimiento de los indignados se ha definido como apartidista, asindicalista, y aconfesional. Esto quiere decir que el movimiento no apoya a ningún partido en concreto, ni a ningún sindicato ni tampoco a ninguna religión, ni se reconoce representado por ninguno/a de ellos/as. Aquella persona que participe en el movimiento lo hará a título individual y como ciudadano. Tampoco gustan las banderas en el movimiento. Todo esto con el fin de ir sumando apoyos: veamos qué nos une y no aquello que nos separa. Y precisamente a todos los participantes del movimiento los ha unido una serie de reivindicaciones que han surgido formalmente de las acampadas, algunas de las cuales ya han podido llegar hasta el Congreso de los Diputados, y que se podrían recoger en algunos de los siguientes grandes bloques: eliminación de los privilegios de la clase política, derecho (no sólo teórico) a la vivienda, existencia de servicios públicos y de calidad, medidas contra el desempleo y la precariedad laboral, control de los bancos, fiscalidad progresiva, defensa de las libertades ciudadanas y creación de una democracia participativa (negación al control de internet, referéndums obligatorios y vinculantes, independencia del poder judicial, etc.). Así mismo, también se ha exigido la reducción del gasto militar y la reforma de la Ley Electoral vigente, que sobrealimenta al bipartidismo del PP y el PSOE, así como a los nacionalismos periféricos.
Una crítica del movimiento
Habrá, desde dentro del movimiento, mucha gente que no lo quiera ver, pero la inmensa mayoría de reivindicaciones surgidas desde el mismo son reivindicaciones netamente de izquierdas. Sin embargo, hay un sector de indignados que, no sé si por cierto complejo o por confusión, no se atreven a reconocerlo. Bueno, tampoco los que llevamos años pidiendo ese tipo de cosas buscamos el reconocimiento de nadie, simplemente seguimos en la brecha, luchando, ya sea solos o acompañados. Pero sería un error dejarse llevar por estos acomplejados o confundidos (o las dos cosas a la vez), muchos de los cuales puede que sólo busquen participar para que algún día, en el futuro, puedan decir aquello de “yo estuve allí”, en plan romántico y todo eso, y tengan algo que contar a sus hijos y nietos. Claro que, con eso solamente, no se transforma la realidad.











Por no confundirnos más, convendría empezar a llamar a las cosas por su nombre. Creo que eso liberará al movimiento de algunas trabas que hasta ahora ha tenido, y lo hará mucho más operativo. Seguramente habrá alguna gente que se sentirá traicionada si nos empezamos a reconocer como elementos de izquierda, pero bueno, las palabras están ahí y significan lo que significan. Llegados a tal punto, quién quiera bajarse del barco que lo haga, aunque sería una lástima. No obstante, merecería la pena pasar por un proceso de depuración si con ello el movimiento se hace más operativo. En esa dirección, se hace necesario establecer una estrategia que quede bien definida. En ella, por ejemplo, yo seguiría apostando por algunas de las formas de lucha que ya han caracterizado al movimiento, como la no violencia como respuesta, la acción directa de resistencia ante los desahucios, o las manifestaciones periódicas (la siguiente será el 15 de octubre). Pero habría que incorporar muchas más formas de lucha y articularlas. Por ejemplo, creo que habría que aprovechar mucho más de lo que se ha hecho el acceso al debate parlamentario del Estado, pues hay diputados que han estado, están y seguramente estarán (esperemos que siga habiéndolos) dispuestos a hacer llegar las reivindicaciones del 15-M al Congreso de los Diputados. Igualmente digo respecto a los parlamentos regionales. Y porqué no también cabría hacer lo mismo en los plenos municipales (claro que para esto se haría necesario la existencia de asambleas locales en los pueblos). Otra vía que habría que ir abriendo sería la construcción de una alianza con los trabajadores y trabajadoras de este país. Aunque el movimiento sea asindicalista, y aunque los sindicatos mayoritarios estén tan desacreditados en este país, no se puede olvidar que todavía son ellos los que tienen el poder para convocar una huelga general, por ejemplo. Por eso, repito, convendría deshacerse de ciertos complejos y poner en funcionamiento una estrategia que nos lleve a conseguir objetivos concretos. La suerte del movimiento dependerá de ello. Con el verano buena parte del movimiento se ha ido de vacaciones (los estudiantes universitarios son mayoría, y en verano cada uno se va a su casa), pero el curso 2011/2012 espera, y será a lo largo del mismo cuando el movimiento alcance el éxito, en base a conseguir objetivos, o muera, si no consigue liberarse de las cadenas que lo lastran.